martes, 17 de febrero de 2009

Cuentos del Zoco Chico (folclore del Marruecos actual)


Para comprender el interés por la cuentística popular de Marruecos habría que remontarse primero a los africanistas (muchos de ellos militares y vanguardia de lo que se llamó “marroquismo”), y después a los arabistas españoles, que observaron que para conocer al vecino del sur no bastaba con estar todo el día hincando codos frente a los textos del Escorial que no logró quemar el cardenal Cisneros (los primeros que pisaron la tierra africana, se encontraron con que no había forma de entenderse con los nativos, ya fuera porque lo que se hablaba allí era árabe dialectal o amazigh, para cuya transcripción se utiliza el alfabeto berbero-líbico, que se remonta a los fenicios).


El amazigh es la tercera lengua más

hablada en Cataluña, no el árabe


El caso es que se hizo necesario el trabajo de campo (aunque el camino había quedado bastante allanado con el franciscano José María Lerchundi y su Vocabulario español-arábigo del dialecto de Marruecos, publicado en 1893), y las tesis y los escritos sobre esa tierra llamada a ser colonia española llenaron los anaqueles de las bibliotecas. De la noche a la mañana, el arabismo español marcó la diferencia con figuras de la talla de Miguel Asín Palacios (recordado por su Escatología musulmana en la “Divina Comedia”) o Emilio García Gómez (discípulo del anterior y autor de Los poemas arabigoandaluces, que tanta luz arrojó a la Generación del 27). Al mismo tiempo el medievalismo veía que mucho de nuestra esencia se había ido por el Estrecho, de ahí que fuera necesaria una recuperación de la memoria histórica. Pensemos en la recopilación de romances judeoespañoles de Menéndez Pidal, el Romancero judío del norte de Marruecos, de Arcadio de Larrea, los Textos árabes en dialecto vulgar de Larache, de Alarcón y Santón, los Cuentos de Yeha, de García Figueras, los Cuentos populares marroquíes, del hispanista Ibn Azzuz Hakim… Pero como se puede observar, sólo se trata de la punta del iceberg, y como prueba está la continuidad que siguen autores como Dolores López Enamorado, El Hassane Arabi o Zoubida Boughaba Maleem.

Esto respecto al cuento oral. Pero las sorpresas no se iban a acabar.

En 1987 la Editorial CantArabia publicó un curioso libro preparado por el tetuaní Mohamed Chakor, Encuentros literarios: Marruecos-España-Iberoamérica. Lo que tenía de particular esta obra (a parte de los estudios sobre la presencia de Marruecos en la literatura española o lo árabe en la literatura hispanoamericana) era la constatación de que en Marruecos había autores que habían elegido el castellano como medio de expresión escrita (se recoge la biografía de diecisiete ensayistas y poetas). Esto fue un adelanto. En 1996, en Ediciones Magalia, apareció Literatura marroquí en lengua castellana, en donde Mohamed Chakor colaboraba mano a mano con el chileno Sergio Macías (uno de los artífices del anterior libro). La propuesta fue aplaudida por numerosos apasionados de Marruecos, como Juan Goytisolo o Antonio Gala.

En Literatura marroquí en lengua castellana se divide a los hispanistas marroquíes en dos generaciones: la primera, que va de la década de los cuarenta a los sesenta, incluyendo doce autores; y la segunda, que va de los setenta a los noventa, con veinticuatro. Junto a las biografías, se acompañan algunos fragmentos de sus escritos. Y un detalle a destacar: no todos los autores que aparecen profesan el islam, sino que también los hay judíos (a este respecto, en 2007, EntreRíos, Revista de Artes y Letras publicó un monográfico titulado Al-Ándalus, el paraíso, en donde asomaban muchos de los escritores incluidos en la antología de Mohamed Chakor y Sergio Macías, y con un aporte interesantísmo de autores que escriben en ladino).

Si bien los escritores marroquíes en lengua castellana se dedicaban al ensayo, a la poesía y, en menor medida, al relato, debieron pasar muchos años hasta que uno de ellos se atreviera con una novela. Esta labor la llevó a cabo Mohamed Sibari en 1993, con El Caballo.

Catorce títulos después (en los que se incluyen novelas, cuentos y poemas), este escritor de Larache nacido en 1945, nos ha traído un nuevo regalo para nuestros oídos (sí, oídos, ya que la suya es más una prosa oral que escrita, en donde el folclore se reinventa para reconstruir la historia del Marruecos colonial hasta nuestros días).


De Larache al cielo en su traducción al francés


Los cuentos de Mohamed Sibari siguen siempre un patrón muy estudiado, como observamos en Cuentos de Larache, Relatos de las Hespérides, Relatos del hammam, Pinchitos y divorcios, El babuchazo o, este último al que hacíamos referencia, Cuentos del Zoco Chico.

No por menos, Sibari encabeza las narraciones con una fórmula inicial del patrimonio narrativo marroquí: “Había lo que había. Que Dios sea en cada morada. Había lo que había, la albahaca y los lirios en el regazo del Profeta”. Todo responde al acervo de la cuentística marroquí, cuentística ancestral que se pierde en la noche de los tiempos. A buen seguro que, ese otro rastreador del folclore marroquí llamado Paul Bowles, hubiera disfrutado con las narraciones del larachense.


Paul Bowles y Mohammed Mrabet, la feliz

simbiosis entre el texto escrito y la oralidad


No he estudiado la genealogía de Sibari (voy a obviar esa localidad de Calabria y a su monstruo Síbaris, que por otro lado me recuerda en algo al dragón Ladón que custodiaba el jardín de las Hespérides), pero no me extrañaría que por sus venas corriera sangre granadina, ya que se sabe que actualmente 3.000.000 de marroquíes son descendientes del Reino de Granada, y Mohamed Sibari es digno heredero de la tradición andalusí.

Heredero de la picaresca, que nos recuerda al Kitab al-bujalá (o Libro de los avaros) del escritor de Basora Al-Yahiz, por no nombrar las maqamat de las que Mohamed Akalay dejó un estupendo trabajo en Las maqamat y la picaresca: al-Hamadani y al-Hariri; Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache. Heredero de la fina ironía con que teje sus historias.


Mohamed Sibari


Baste un breve fragmento extraído de El caid Melali, uno de los relatos que comprenden el libro:

El viejo “alfaquih Zeruali” casó a su hijo menor Ali. El muchacho sólo tenía dieciséis años y, la novia, quince. El padre de la chica era una especie de Ibarretxe a la moruna. Aparte de persona conflictiva, tenía el vicio de pedir prestado a sus amigos, familiares y conocidos, nunca devolvía el dinero que le prestaban, y cuando se lo pedían, se enfadaba. Era también adicto a los pleitos y su dirección y código postal eran el caidato.

En el prólogo de El babuchazo, el escritor español nacido en Larache, Sergio Barce, nos dice:

Siempre he creído que Sidi Mohamed Sibari es un viejo zorro que juega con sus lectores para, con la sencillez de su verbo, con la candidez de sus tramas, someterlos a su crítica y a su compromiso moral y ético. Ya lo ha hecho en otros libros cuando, tras una divertida peripecia, censura a esos maridos que maltratan a sus mujeres o las utilizan para satisfacer su vanidad, o cuando, bajo una aparente historia anodina, florece su más ácido reproche a quienes utilizan el poder, el dinero o la posición para corromperse o corromper a los demás. Mohamed Sibari es, pues, el auténtico cuentista tradicional marroquí, pero que ha sustituido la plaza pública, el mercado o el zoco por la letra escrita.

Como conclusión, señalar que los cuentos de Yeha o Nasrudín tienen en Mohamed Sibari un alumno aventajado, digno sucesor de la fantasía y el buen gusto del folclore marroquí.

Aquéllos que tengan interés por esta fusión de culturas a través de los libros, en el siguiente enlace aparece un pequeño catálogo que compuso el Instituto de Cervantes de Casablanca en 2008:

http://www.cervantes.es/imagenes/File/biblioteca/casablancha_cartel_folleto.pdf

Y en éste otro hay una buena relación de libros con Larache como trasfondo:

www.laracheenelmundo.com/nueva/pdf/recomendados.pdf


1 comentario:

  1. Un artículo muy interesante, me fascina todo lo que sabes y lo bien que lo narras. Mi más sincera enhorabuena.

    Me queda mucho que aprender de ti sin duda profe!!

    Tu alumna, Fátima

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