miércoles, 11 de febrero de 2009

El espejo del amor (poesía contra la exclusión)


Volviendo al post anterior, debemos decir que todo el mundo tiene sus zombis. Para que nos entendamos, si para Sartre el infierno eran los otros, los grupos discriminados siempre verán en el “otro” su zombi particular. El que es excesivamente obeso se sentirá acorralado por zombis. El feo de necesidad también. El judío, perseguido por legiones de zombis, sufrió una pandemia llamada nazismo. Los palestinos tienen sus zombis en los israelíes. La Libertad en Al-Qaeda… No sé, acaso sea una tontería lo que digo, pero lo que está claro es que el terror acecha siempre a los excluidos. Y evidentemente, los que excluyen son unos descerebrados, como no puede ser menos.



Un tanto de lo mismo ha sucedido siempre con la homosexualidad, y la rebelión, el hasta aquí hemos llegado, se llamó Stonewall, y sucedió hace 40 años (el 28 de junio es el aniversario). El caso es que, en esta época, los más marginados de los marginados, los transexuales y los travestis, se reunían en el pub Stonewall Inn, un local regentado por la mafia (no es difícil imaginarse el pub Wincherter en la película de Edgar Wright, Shaun of the dead, o como se la llamó aquí en una extraña traducción, Zombie party). Ese día la policía de Nueva York hizo una de sus redadas de limpieza en el pub (como hacía con frecuencia), pero esta vez los parroquianos no estaban con el horno para bollos: Judy Garland (la protagonista de El mago de Oz, que se había convertido en icono de la comunidad gay) se había suicidado el 22 de junio. El luto se transformó en rabia, y se sublevaron al grito de “gay is good”. Se armó la de San Quintín, y en esta ocasión los gays y las lesbianas no miraron para la otra acera (como venían haciendo cuando los acosados eran transexuales y travestis), sino a la calle Cristopher, y en concreto al número 53, que era donde se encontraba el Pub Stonewall Inn.


A algunos no les queda otra que
hacerse pasar por zombis


Lo demás está en las hemerotecas, o bien en un magnífico libro de Edmund White titulado La hermosa habitación está vacía.

Es evidente que en cada país la lucha por los derechos de los homosexuales se vive de forma distinta, pero Stonewall significó la globalización de esta lucha, la resistencia.

Pero esta particular Guerra Mundial Z estaba en pañales. Se había ganado una batalla, pero había muchos frentes.

En 1986 se introdujo una enmienda al Acta de Gobierno Local en el Reino Unido llamada la Sección 28. Mediante dicha cláusula se prohibía toda promoción de la homosexualidad y la enseñanza de la aceptabilidad en las escuelas, de tal modo que la comunidad homosexual comenzó a sufrir una auténtica caza de brujas, acusándosela injustamente de, entre otras cosas, extender el SIDA.

Aquí entró en escena el escritor y guionista de cómics Alan Moore. Este autor nacido en Northampton en 1953, conocido por obras como V de Vendetta, La saga de la Cosa del Pantano, La liga de los caballeros extraordinarios o From Hell, se sintió inclinado rápidamente por el compromiso de batallar contra la Sección 28, colaborando en la antología de cómic AARGH! (Artist Against Rampant Government Homophobia). El cómic se publicó en la propia editorial de Alan Moore, en Mad Love Publishing, en 1988, cuyos beneficios fueron a parar a la Organisation For Lesbian And Gay Action. Dentro de esta obra se incluía The mirror of love, un poema épico en prosa que recorre la historia de la homosexualidad desde la misma aparición de la vida en la Tierra. Esta técnica de reconstrucción partiendo de los orígenes la volverá a usar Alan Moore en su novela Voice of the fire, que vio la luz en 1996 y donde recoge los distintos periodos históricos de su ciudad natal, Northampton, hasta la actualidad.

The mirror of love vuelve a ser noticia gracias a su traducción en Ediciones Kraken: El espejo del amor.




Los culpables de este proyecto se llaman José Villarrubia y Roberto Bartual. El primero aporta la amistad que tiene con Alan Moore, con quien ya colaboró en Promethea y en su novela Voice of the fire, y un magnífico material fotográfico que acompaña al texto, fusionando el poema épico con las imágenes de tal modo que el aporte visual convierte la lectura en una experiencia inolvidable, donde queda coaligado el amor y el arte. La versión al castellano se la debemos a Roberto Bartual, escritor y traductor que, entre otras obras, cabe destacar la celebrada traducción de Cumbres borrascosas (que por primera vez en España incluyó las ilustraciones de Balthazar Klossowski de Rola, más conocido por Balthus) en ese otro buque insignia de la calidad y el buen gusto, Artemisa Ediciones.

Lo dicho sobre El espejo del amor: un equipo perfecto para uno de los libros más elegantes de 2008 y de lectura obligada.

3 comentarios:

  1. Estimado Adriano Meis:

    Antes no me había prsentado. Quería agradecerte que me enlazaras en tu blog y aquellos comentarios que no he respondido en el tuyo.

    De todas formas ¿no es mejor y queda más bonito utilizar el "yo" en la escritura y dejar ese "nosotros" tan académico como invisceral?

    Un saludo cercano y suerte con todo,

    Hugo J. Platz

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  2. Muchas gracias, Hugo, por visitar esta humilde morada. Por otro lado, ya lo decía Cioran: "Sólo admiro a los poetas y a los locos; son los únicos capaces de proclamar el "yo"".
    Lamentablemente, la poesía tiene para mí muros inexpugnables.

    Abrazos

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  3. Grande.... encantada de descubrir información/sabiduría nueva a raíz de meros blogs "anónimos". ^.^

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